Purús, 28 de noviembre de 2014
Queridos amigos
Me complace mucho
dirigirme a ustedes y saber que estudian en un Colegio Industrial, el único de
Pucallpa. Espero que estén estudiando mucho para bienestar propio y también de
sus padres.
Yo me llamo Rodrigo
y vivo en Puerto Esperanza, capital de la provincia de Purús, a orillas del río del mismo nombre, Purús. Soy de la etnia Sharanahua y mi pueblo originario en realidad se llama San Marcos y queda como a dos días, subiendo el río. Como ven, estoy lejísimos de ustedes. Mi colegio,
aunque es pequeño y está construido de madera con hojas de palmera, no deja de
ser acogedor. Tengo trece años y curso el segundo de secundaria y las
asignaturas que más me gustan son Comunicación y Arte.
Quiero contarles
que mi comunidad posee una gran riqueza cultural el cual es un legado de
nuestros antepasados. En las fiestas que celebramos se hace evidente ello con
la música, la danza, la cerámica, nuestros cuentos y leyendas; nuestra comida y
nuestra historia. Aquí, niños, jóvenes y adultos participamos con mucha alegría
para mantener las costumbres y la tradición en procura de mantener nuestra
identidad.
Sin embargo, desde
hace unos años he notado la pérdida de interés en estas celebraciones, sobre
todo en los niños y jóvenes de mi generación. Ellos dicen que aquellas
manifestaciones son feas comparadas con las nuevas que ven en la televisión o
escuchan en la radio. En realidad, desde que llegó el televisor y la radio a la
comunidad, se han cambiado algunas costumbres. Los jóvenes ahora prefieren el reggaetón, la cumbia y la música pop que
está de moda. En una fiesta ahora se divierten con esa música foránea y si se
les pone un chimaychi, un changanacuy, un zitaracuy, un tanguiño, una pandilla
o cualquier música típica, los jóvenes protestan y más aún, si alguien se
atreve a bailarlo, es objeto de burla porque creen que son expresiones,
inferiores y feas.
En realidad eso me
preocupa. Mi padre me ha dicho que eso va a derivar en la pérdida de identidad
de nuestro pueblo ya que queremos imitar o igualarnos a los extranjeros
copiando sus gustos porque calificamos a lo nuestro como inferior. Mi profesor
me ha dicho que eso se llama alienación cultural y que es un fenómeno peligroso
que amenaza a todos los pueblos que tienen auténticas expresiones culturales en
su folklore. ¿Tú crees que eso está bien? A mí me parece que no. Pienso que el
desarraigo de nuestras costumbres significaría un suicidio cultural, ¿Por qué
negarla? ¿Por qué renegar de ella? ¿Por qué despreciarla? Por el contrario, ¿no
deberíamos sentirnos orgullosos de poseerla?
Por eso estoy
tratando de que los jóvenes volvamos a revalorar nuestra cultura. Trato de
conversar con ellos y junto a mi profesor hacemos charlas en mi comunidad y en
el colegio. Sin embargo, mis amigos me dicen que estoy equivocado, que soy un
tonto, que nunca podré cumplir lo que pienso porque finalmente, la música, el
baile y todo lo moderno que sale de moda, siempre será de agrado para los
jóvenes y va a terminar imponiéndose sobre lo autóctono y típico porque es sólo
para los viejos. ¿Crees que tienen razón ellos? ¿En verdad el folklore es sólo
para los viejos? ¿Será que el folklore no es importante para los jóvenes?
Yo pienso que en Pucallpa tal vez no tengan
este problema, por eso les escribo, para conocer su realidad y compartir sus
apreciaciones. Tal vez coincidan conmigo; de ser así, me gustaría que me
sugieran algunas ideas para revalorar la importancia de nuestro folklore en la
juventud escolar; caso contrario, igual me gustaría saber lo que piensan.
Muchos saludos para
todos ustedes y deseándoles éxitos en sus estudios, me despido con mucho
afecto, un amigo
Rodrigo Valera
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